De qué deberíamos hablar cuando hablamos de autocuidado

De qué deberíamos hablar cuando hablamos de autocuidado

Por Sandra Zuluaga R. 


El autocuidado es un término que ha sido explotado por la industria del wellness, ganando a veces una mala reputación. Pero es mucho más complejo e importante que eso.

“Es un proceso profundo, continuo y que tiene repercusiones no solamente en nosotros, sino en la comunidad que nos rodea”.

En los viajes siempre hay oportunidades de aprender algo nuevo. Este año pude comprobarlo de nuevo cuando asistí a un retiro en uno de los templos (Monasterio) que se ubican en la ciudad de Chiang Mai, en Tailandia. Durante 20 días estuve inmersa en una rutina en completo silencio, sin acceso al celular, redes sociales, computadora, el trabajo o mi familia. La intención era crear un nuevo vínculo con una misma, y todas las personas que participamos creamos una nueva conexión con nuestros pensamientos, emociones y cuerpos a través de técnicas de meditación que nos mostraron una forma de entablar un diálogo interior.

Esto me ayudó a poner más atención a mis necesidades y lo que he estado posponiendo para mi propio bienestar. Por eso quiero hablar del autocuidado, porque es muy fácil olvidarse de una misma si la mayor parte de nuestra energía se enfoca en cuidar de los demás: los hijos, la pareja, y las fechas de entrega y los planes de otros. 

Sin embargo, antes de elaborar más, importante detenernos para entender bien de qué se trata realmente el autocuidado, ya que es común que lo consideremos desde un punto de vista un tanto superficial, o hasta en extremo individualista (de eso se han encargado ciertos influencers que promueven soluciones mágicas en TikTok), cuando en realidad es un proceso profundo, continuo y que tiene repercusiones no solamente en nosotros, sino en la comunidad que nos rodea.

Qué es el autocuidado

El autocuidado no es un concepto que haya nacido con el auge de los influencers. La Organización Mundial de la Salud lo había reconocido en 2004, pero desde 1969 fue acuñado por la enfermera Dorothea Elizabeth Orem, quien desarrolló una teoría para enriquecer la labor de enfermería. La OMS, en su definición de 2004, explica que el autocuidado es “un estado de completo bienestar físico, mental y social que va más allá de la ausencia de afecciones o enfermedades”. 

El objetivo es que cada persona logre identificar las condiciones que mejores resultados le dan para tener un bienestar en distintos niveles: físicos, emocionales, mentales y, en general, sociales para que pueda desarrollar su potencial. Sin embargo, esta meta no se alcanza únicamente con una rutina regular de ejercicio o una dieta balanceada, sino que entran en juego otros detonantes que vale la pena mencionar.

El autocuidado va más allá de lo físico

Existen varios elementos para practicar el autocuidado, y para empezar es importante comprender que no tiene un límite de tiempo. Es decir, que no es una actividad que se hace una vez y listo, porque una de sus razones de ser es que le dé oportunidad a las personas para reflexionar sobre lo que necesitan, y es normal que van a cambiar con el paso del tiempo y a medida que ganan experiencia. No es lo mismo el autocuidado de una estudiante de preparatoria, que el de una madre que trabaja tiempo completo.

Además, hay varias aristas del autocuidado que enriquecen la vida de quien procura practicarlas, según un manual compartido por UNICEF:

Autocuidado físico, enfocado a hábitos saludables para el cuerpo, como el ejercicio, la higiene, el acceso a medicinas, una dieta balanceada, descanso y sueño suficientes.
Autocuidado emocional, que se trata de estar en contacto con las emociones propias y de la gente que nos rodea, aprender a reconocer de dónde vienen y por qué no siempre son cómodas, sin invalidar lo que la gente siente.
Autocuidado cognitivo, que habla de lo que ejercita a nuestra mente, nuestras habilidades intelectuales y creativas, con la oportunidad de desarrollar según los propios intereses.
Autocuidado social, para crear conexiones significativas con otras personas, que además de nutrir la vida, construyan redes de apoyo a lo largo del tiempo y en distintas situaciones.
Autocuidado espiritual, que significa mantener una comunicación personal, que ayude a reconocer la persona que se quiere ser y los valores que son importantes para lograrlo.

El autocuidado no es solo un esfuerzo individual

Los puntos anteriores me ayudan a explicar algo que aprendí en el viaje que compartí al inicio de este texto: si bien es importante conocerse muy bien para reconocer los propios límites que estamos dispuestas a defender para garantizar el autocuidado, esto no significa que se trata de una actividad en soledad perpetua. Al contrario, es gracias a este autoconocimiento que es más fácil crear redes con personas a nuestro alrededor, de manera más valiosa.

Ya sea con colegas de la profesión, dentro de la empresa en la que laboramos, con nuestras familias, parejas o amistades, la labor de autocuidado empezará a repercutir con las relaciones y las dinámicas. Es como un efecto secundario muy positivo, porque cuando nos conocemos mejor y aprendemos a procurarnos un mejor entorno, nos es más sencillo replicarlo hacia afuera: buscando espacios públicos más accesibles para las personas, entornos laborales más justos, un desarrollo profesional que no interrumpa la vida familiar ni la búsqueda de intereses personales, además de garantizar la prevención y tratamiento de enfermedades.

Este tipo de acciones que en muchas ocasiones se nos explican como individuales, si se ponen en práctica, ganan tracción y pronto buscarán llegar a la comunidad de forma orgánica.

Los beneficios del autocuidado


Mejora la calidad de vida. Tanto en lo emocional como en lo físico, porque procura un cuidado preventivo ante enfermedades físicas y para proteger la salud mental.

Fortalece la relación con uno mismo. Es una buena estrategia para poner en orden lo que podría estar fallando en la vida cotidiana, porque al conocer los propios límites, deseos e intereses, también se aprende a tomar mejores decisiones en el día a día.
Nutre la autoestima. Al estar más consciente de una misma, es sencillo identificar fortalezas, capacidades y el valor que podemos llevar a una empresa, una relación o la comunidad en la que vivimos, haciéndonos más resilientes cuando es momento de enfrentarse a nuevos retos o crisis. 
Impulsa la productividad. Seamos claros: el autocuidado tiene como consecuencia una estado emocional más optimista, más orientado a la satisfacción personal. Una persona feliz se sentirá con entusiasmo para dar lo mejor de sí en el trabajo (y fuera de este), lo cual traerá beneficios a su equipo y la empresa en la que labora.

De qué deberíamos hablar cuando hablamos de autocuidado


Hago un apartado especial porque no quiero que se olvide la importancia del autocuidado en las mujeres: en ellas suelen recaer más las actividades de cuidados con los hijos y familiares, encima de las responsabilidades que ya tienen en su empleo o estudios. Según los datos publicados en la página de la Secretaría de Economía del país, Data México, “la población económicamente activa de México fue de 61 millones de personas. La fuerza laboral ocupada alcanzó las 59,3 millones (40.9% mujeres y 59.1% hombres)”, que si bien no muestra una diferencia abismal entre géneros, sigue siendo dispar.

Necesitamos más autocuidado para que las mujeres, y la sociedad en general, encuentren herramientas para ser más resilientes, empoderarse y crear acciones en conjunto para mejorar la calidad de vida, a nivel personal y comunitario. 

Y por eso, es importante recordar que cuando hablamos de autocuidado no hablamos solamente de meditación o comida balanceada.





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